Helson. Final y Principio




Hoy la entrada hubiera sido otra, pero en mi mente se repetía una y otra vez: "Helson". Y recordé que unos años atrás...

Siete de julio del año 2006

Hoy parecía que iba a ser un día cualquiera más, pero desde temprano surgían los problemas: virus en la computadora, en otras palabras programas que uno no ha puesto e intentan gobernar, controlar, dirigir, vaciar... tu vida virtual. Mas hay algunos que son más acuciantes y es cuando ves que llega la policía avisada por un vecino preocupado. Sí, preocupado porque otro vecino no sale a la calle desde hace días. Pero que por no querer molestar ni introducirse en la vida de otros, que además no te han pedido ayuda, en un momento decides que no importa si te la pide o no; vas y entras en su vida, compartes un plato de comida, poco más pues el idioma es un impedimento para la comunicación, pero el mayor impedimento es la depresión en la que un ser puede caer.

Alguien que vive cerca de ti, no le entran ni los virus en su casa, se encierra en su soledad. ¿Qué le habrá llevado a tomar tan drástica decisión? Qué habrá pasado por su mente para abandonarse de tal modo que ni siquiera la comida admite, pero sí "otros alimentos" que alejan a uno de la realidad, pero que ésta antes o después aparece con toda su crudeza. Y así pasó hoy cuando su cuerpo no puede levantarse del suelo, cuando ya se ha avisado a quien el estado ha destinado para actuar en estos casos, los llamados "servicios sociales" y se pierden en una telaraña de papeleos y te marean mandándote de un lugar a otro, mientras la vida se va apagando poco a poco alejada de tanta burocracia.
Menos mal que, si habiendo burocracia, también hay corazón en este mundo, una llamada desesperada a urgencias moviliza a quienes están en contacto con la vida real: bomberos, policías y sanitarios…, éstos no saben de burocracias, mas sí de actuar.
Y entramos a su casa. Ahí estaba él, tumbado en el suelo, estaba extremadamente delgado, casi inconsciente, sin dudarlo y adelantándome a los sanitarios, me agaché rápidamente tomándole entre mis brazos, le puse en un sofá cercano, junto a su querido piano...
Y gracias a ese vecino que se saltó las normas no escritas de "allá cada uno con sus problemas" puede y sólo digo puede, que este hombre se salve y descubra que no se quedó solo en este mundo. Que aún hay gente que le importa la gente. Gente que le mueve el amor al otro por encima de todo. Que por cierto, también es "extranjera" -maldita palabra que habría que borrar del diccionario- quien llamó.
Espero que en unos días vuelva a tocar su piano y a seguir "molestando" a sus vecinos. Pero ya nada será igual, ya no estará solo en este mundo. Se mirarán cada día y se saludarán como nunca antes lo hicieron.

Mi deseo es que esto sirva para que nunca tengamos que llegar a estos extremos de abandono y de indiferencia ante lo que nuestros sentidos captan de lo que pasa en la vida alrededor.

No estamos solos, nunca me cansaré de repetirlo y solo, solo el amor será quien nos saque de esta miserable soledad autoimpuesta.

No exagero nada con esta foto, así estaba mi vecino esta mañana, e incluso se parece bastante... en edad... y hasta en su color de piel.

Quizás alguien o algunos en su pasado cometieron un grave error, pero no es momento de lamentaciones sino de soluciones y no sólo desde "arriba", de los gobernantes, sino de lo que tú y yo podemos hacer en cada momento de nuestra vida por cambiarla.

Mejor que otros no decidan por ti.

Dieciocho días después…

Testamento de Helson (así se llamaba mi vecino solitario):

Tras la noticia de su partida. En mi interior resonaban estas palabras...

Veinticinco de julio. En este día, yo, Helson escuché mi Nombre y abandoné mi cuerpo, me acerqué a ti Madre Tierra diciéndote:

«Madre, gracias por el alimento que me diste, tu calor, tu protección. Dejaste que recorriera tus caminos, que vagara por tu piel. Conocí el amor. Fui padre. Sonreí, lloré. Viví en mis carnes la injusticia por el color de mi piel. ¡Cómo si tú, Madre, tuvieras un solo color, una única tonalidad!
Cometí errores, reconozco que hice daño. Te pido perdón, porque sé que conoces la profundidad de mi alma. En ti sólo cabe el Amor a tus hijos. Ahora te entrego mi cuerpo y con la libertad de un ángel emprendo el viaje de retorno al Hogar, con mi Padre. Vuelvo con los que amé, amo y amaré siempre. Contigo comprendí que todos somos tus hijos, que a todos nos amas por igual. Gracias Mamá.

Y a ti, mi hermana, mi hermano, no olvidéis que estáis de paso, que lo único que en verdad tenemos y nos llevamos es el amor que ofrecemos y nos ofrecieron.»

Helson


Unos meses más tarde aparecieron unos familiares. Su casa hasta entonces permaneció vacía, tras el paso de éstos no sólo siguió igual sino que un cartel de "se vende" era lo único que parecía permanecer en pie. Su piano acabó destrozado entre matas secas en un destartalado y abandonado jardín. Es todo cuanto aquí quedó de él, salvo en los corazones de algunos...

Ángel Khulman