Crisis Sistémica y Acción Humana Universal


La humanidad está en grave e inminente peligro. El creciente desequilibrio ambiental es un atentado contra la vida en general, y contra la vida humana, en particular.

Alguien pensó que los “ricos” podrían organizar “ambientes sanos”, exclusivos para ellos; o que los más pobres y apartados del mundo híper-industrializado, podrían sobrevivir a la hecatombe ambiental, refugiándose en sus medios naturales.

La verdad… es un problema que nos “toca” a todos. Lo estamos viendo, lo estamos percibiendo –cada vez con más fuerza–, y muchos ya lo sentimos con dolor de tragedia. Sin embargo, no todos lo entendemos. No lo hemos asimilado “racionalmente”. Nuestros ancestros indígenas siempre lo han sabido y lo vienen alertando, por ello hablan de “recuperar y defender la Madre Tierra”.

¿Qué hacer? ¿Cómo responder al enorme reto?

Lo principal es analizar críticamente esa realidad, clarificarla al máximo, para convertir el análisis en un mensaje fácil de asimilar para el conjunto de la población; o por lo menos, para la mayoría. Todos podemos entender. Creo que ese análisis está muy avanzado, hay que hacerlo más digerible.

Eso incluye hacer ver que éste problema está absolutamente ligado a todos los demás problemas que vive la humanidad: hambre, pobreza, desigualdad, migraciones de masas humanas desesperadas que van del sur (pobre) al norte (rico), conflictos y guerras; que en últimas sólo son síntomas del agotamiento del modelo de vida que hemos construido, hasta ahora. Un modelo basado en la explotación y el despojo de las mayorías.

También implica definir valores morales de un gran contenido ético. Ello es fundamental para ganar a miles de millones de personas para la causa transformadora. Muchos ya está actuando en el campo de la acción política, social, cultural, ambiental, pero también grandes masas humanas han buscado solución en expresiones religiosas y místicas de diverso carácter. Ellos son ganables desde una perspectiva muy amplia e incluyente.

Ideas y valores. Conocimiento y espiritualidad. Hasta allí sería un avance, pero creo que no es suficiente. Se necesita de la acción organizada, para derrotar a esa ínfima minoría que se aprovecha de nuestras ignorancias y miedos para mantener su poder y sus privilegios. Ellos no van a cambiar por medio de razonamientos: deben ser vencidos, despojados de su poder.

Si no nos organizamos, quienes tienen el control nos llevarán a la catástrofe. Porque ellos son más ciegos que nosotros, responden a fuerzas inerciales, la lógica y la dinámica del gran capital los maneja, los determina, los incapacita para siquiera reflexionar. Son parte de la máquina de mentira y muerte que es la esencia del capitalismo. Barack Obama es la última demostración de esa verdad.

La organización es fundamental para ser efectivos. De lo contrario no hay movimiento. Solos no hacemos mucho. Con sólo consciencia y buena intención no basta. Se requiere acción organizada. Los más conscientes y decididos deben organizarse para actuar y dinamizar al conjunto de la sociedad. Lo importante es no reemplazar a las mayorías.

Un nuevo paradigma socio-político, cultural y espiritual 

La última acción de gran cobertura que acaba de desarrollar la humanidad en Copenhague nos da pistas sobre cómo podemos impulsar ese gran movimiento transformador a nivel planetario.

Las consignas que unificaron a millones de personas que actuaron física y virtualmente con ocasión de esa cumbre, como “¡Cambiad el sistema, no el clima!” y “Si el ambiente fuese un banco ¡ya lo habrían salvado!”, son una muestra de cómo nuevos lenguajes y forma de actuar son posibles. Lo principal es sintonizarnos con el momento y el movimiento.

Los movimientos y organizaciones sociales, democráticos, socialistas, étnicos, culturales, ambientalistas, de género y generacional, pueden converger en causas transformadoras de gran impacto. En esa dinámica debe ganar fuerza la inclusión respetuosa, la participación plena y amplia, la diversidad creativa, la visión estratégica. Deben ser debilitados los fundamentalismos estrechos, los falsos nacionalismos, los teoricismos doctrinarios, los clasismos sectarios, los mesianismos obsesivos, y los afanes táctico-coyunturales.

Un gran río es el símil de ese actuar colectivo: Es un movimiento permanente, auto-energético, que se alimenta de muchas aguas (fuerzas) sin que ninguna pretenda dirigir, imponer, conducir. Si la idea y el sentimiento están claros, la dirección la desarrolla el movimiento mismo.

Ese gran río se alimenta de pequeños nacimientos, riachuelos y quebradas, que van formando medianos y grandes ríos que alimentarán el gran torrente. Es la acción barrial, veredal, comarcal, sumándose y multiplicándose desde lo local a lo regional, nacional e internacional.

Habrá corrientes “limpias y cristalinas” como también “contaminadas y oscuras”, pero ninguna puede ser rechazada; el movimiento mismo las mezcla, las oxigena y energiza. Ello significa que la calidad de las acciones deberá ir de lo simple a lo complejo. Los sectores más avanzados y organizados deben tener en cuenta las condiciones de las mayorías; con paciencia pasaremos de la acción simbólica a la movilización efectiva, poco a poco, como un río transitando por tierras tranquilas. De tal manera que cuando se nos atraviesen grandes obstáculos la carga acumulada sea capaz de romperlos, pero manteniendo la dirección del caudal.

Ese gran río se va alimentando en las regiones por donde pasa, pero también las retro-alimenta a ellas. Por ello, en el movimiento debemos partir de acuerdos mínimos, priorizados pensando en las mayorías y no en elites iluminadas. No podemos partir de las “fórmulas programáticas” que elaboran y entienden unos pocos, sino de las necesidades consensuadas por el movimiento real. “Aprender haciendo”.

Es un proceso de ganar confianzas, amistades, entendimientos, gustarnos y querernos tal como somos, en nuestras particularidades y diferencias, para poder potenciar nuestras similitudes y semejanzas. Al fin y al cabo todos somos humanos. Se necesita apertura mental, madurez, flexibilidad, modestia y sencillez para corregir entre todos el curso, cuando veamos que el río está cogiendo una dirección equivocada o que nos hemos detenido.

Actuar en movimiento humano como actúa la naturaleza, dado que somos parte de ella. Ser partícula y a la vez onda; reivindicar nuestra individualidad que sólo puede ser realizada en comunidad. Ser como el agua que tiene una tensión interna (molecular) que es lo que le otorga su fuerte cohesión, pero a la vez le permite tener una gran flexibilidad. 

En medio de ello requerimos nuevos lenguajes, que reflejen esa capacidad para entendernos no sólo entre políticos, o entre ambientalistas, o entre “socialistas”, sino que seamos capaces de hablarnos a nivel universal. Dicho mensaje debe ser entendido por un niño.