“Clase en Sí” y “Clase para Sí”: la Consciente R-Evolución


[...] sí tenemos conciencia de que no queremos un mundo dominado por los ricos, que queremos un mundo libre de corrupción, de injusticias, de pobreza y de guerras provocadas por esos poderosos oligarcas. Somos cada vez más los mal llamados “antisistema” que no queremos una convivencia social sostenida por la mentira, la corrupción y la injusticia.

En mi artículo anterior, Algo grande se está cociendo, preconizaba el más que probable colapso financiero y el cambio en el sistema monetario con la vuelta al patrón oro, pero también aludía a una r-evolución de la conciencia colectiva en la creencia de que algún día todos nosotros podremos derrocar a la plutocracia imperante por una verdadera democracia participativa que vele por los intereses de la humanidad. En este artículo voy a tratar de explicar en qué consiste dicha evolución consciente desde una perspectiva psicológica y que, de un modo simbiótico, puede concluir en una revolución social sin precedentes.

Toda revolución comienza con el padecimiento de los ciudadanos de a pie, parados o no, pensionistas, funcionarios, jóvenes sin trabajo, familias desahuciadas, estudiantes, científicos, en suma, con casi todos los colectivos sociales descontentos. ¿Todos? No, todos no; solo los desgraciados ciudadanos. La clase económica, política y mediática, erigida en una oligarquía que días atrás se han reunido en Davos, la “clase para sí”, no sufre lo más mínimo; bien al contrario, los ricos son cada vez más ricos. Nosotros, el pueblo, seguimos siendo una “clase en sí” cada vez más empobrecida.

Estos dos conceptos, “clase en sí” y “clase para sí”, fueron postulados por Marx, y su utilidad es conocer el diferencial de conciencia entre una clase y otra. Marx lo explica así:
“Las condiciones económicas han transformado la masa del país en trabajadores. La dominación del capital ha creado en esta masa una situación común, unos intereses comunes. Así, esta masa constituye ya una clase enfrente del capital (en sí misma, es decir: una clase «en sí»’). Sin embargo, una clase es «para sí» cuando toma conciencia de lo que la distingue de las otras clases; o sea, cuando adquiere «conciencia de clase»”.
Es conveniente analizar cómo se extrapolan los conceptos “clase en sí” y “clase para sí” a la vida social, económica, política y democrática de España, y también en nuestro mundo globalizado.

La tan aclamada “modélica Transición” que nos vendieron como una moto, algo más de tres décadas después, se desvela como una perpetuación de una relación de dominio desde la clase para sí sobre todos nosotros como clase en sí. Durante la Transición, la clase dominante ha sustituido la conciencia de clase del proletariado (clase para sí) por una anestesia llamada socialdemocracia (clase en sí). El escándalo del “Bárcenasgate” demuestra cómo durante veinte años hemos vivido una farsa política y económica bañada de una corrupción institucionalizada. También la Nueva Vía del Partido Socialista, con Zapatero a la cabeza, ha sido un evidente fracaso al abandonar los principios del socialismo en la sociedad. Ahora estamos viviendo las consecuencias en toda su crudeza, pues la clase en sí está fragmentada y descompuesta al venirse abajo los pilares de la sociedad del bienestar. Nosotros, los indignados de abajo, somos la clase en sí y una servidumbre para los plutócratas de arriba o clase para sí. ¡La filosofía de Marx está más viva que nunca!

Pero no hemos aprendido nada de la historia porque la clase en sí (“los aborregados”, “los ignorantes”, “los esclavos”) hemos sido simples marionetas en manos de la clase para sí de los grandes fondos de inversión, bancos y políticos corruptos que nos han vendido la más grande de las películas a través de los medios de comunicación. Ha llegado el momento de despertar, como los están haciendo las cuatrocientas mil familias embargadas, los seis millones de parados y el cincuenta y cinco por ciento de jóvenes que no tienen trabajo, por citar sólo algunos colectivos representativos. Conviene profundizar en ese diferencial de conciencia propuesto magistral e intelectualmente por Marx.

En varios artículos he aludido a la conciencia colectiva, pero también a la percepción psicológica de las personas. La conciencia es un tema complejo al que he dedicado algunos años de investigación. En la conciencia o, mejor dicho, en los diferentes niveles de conciencia es donde presumo que debe librarse la batalla. De momento, los apologetas del sistema capitalista llevan la delantera, pues el mismo multimillonario Warren Buffett lo dice: “Claro que hay lucha de clases. Pero es mi clase, la de los ricos, la que ha empezado esta lucha. Y vamos ganando”. ¡Más claro, el agua! Es imperioso que todos los afectados por la crisis de uno u otro modo, al leer estas líneas, comprendan que hay que elevar nuestra percepción cognitiva sobre la dialéctica histórica y la correcta interpretación de nuestro presente. Se trata, en suma, de adquirir mayor conciencia como clase en sí hasta lograr la clara conciencia, valga la redundancia, de que podemos ser una clase para sí, de tú a tú, frente a la clase para sí de los plutócratas.

En definitiva, es una guerra desatada en toda regla a nivel nacional, europeo y también mundial. Una batalla global de la que no se escapa nadie. Cada cual tiene que adquirir la clara conciencia de cuál es su bando: el de los ricos o el de todos los demás. Lo que está en litigio es la imposición de un sistema plutocrático, “Nuevo Orden Mundial” lo llaman algunos, más allá de un deseable sistema capitalista de producción justo. No hay equidad ni justicia, pues esta ha sido asaltada y politizada. Sin justicia, la balanza se ha desequilibrado a favor de los más ricos. Y eso es lo que ha ocurrido especialmente en España, pero también en Europa y en los países imperialistas. Los conflictos de nuestro mundo globalizado son, en realidad, una guerra entre una clase para sí, que tiene el consciente poder que le da el dinero que ahora tratan de convertir en oro, y la clase en sí de la mayoría de nosotros, inundados de dinero-deuda. Pero todas las desgracias que nos están infligiendo esos ricachones van a tener los días contados, pues somos muchos, cada vez más, los ciudadanos que somos conscientes de que la lucha de clases persiste, y será la más grande contienda en la historia de la humanidad, pues no solo se va a librar en la biosfera sino, eminentemente, en la noosfera presente en internet. Se trata de un resurgimiento de la conciencia colectiva en plena ebullición, una olla a presión a punto de reventar. Los daños colaterales son muy graves: fuerte desempleo mundial, embargos, suicidios, acentuación de la pobreza, privatización de los servicios públicos y de los recursos naturales, y una dictadura económica y militar subyacente a todo ello.

Hay un desastre en ciernes si no se reacciona a tiempo. La fuerte caída de los bipartidismos en Grecia y España puede ser el revulsivo para que la verdadera izquierda europea se postule como un pensamiento alternativo al denominado “pensamiento único neoliberal”. Es urgente que los ciudadanos nos impliquemos en la vida política y tomemos conciencia de que vivimos en una clase en sí dominada por una clase para sí. Es urgente despertar, no solo por nosotros, sino por las generaciones venideras. Nuestra responsabilidad es muy grande. No vivimos en un sistema democrático, sino en sistema plutocrático: nos han hecho creer que votando cada cuatro años ejercemos nuestra libertad, cuando la verdadera libertad es ejercida por esa clase para sí que nos tiene esclavizados mediante el dinero fiduciario.

El diferencial de conciencia que Marx hace entre clase en sí y clase para sí al nivel sociológico puede ser correlativamente trasladado al ámbito psicológico y sacar así una presumible correcta interpretación sobre la guerra ideológica globalizada: la gran brecha entre los defensores del neoliberalismo y los que creemos que otro mundo es posible. Aunque no sepamos todavía qué mundo queremos, sí tenemos conciencia de que no queremos un mundo dominado por los ricos, que queremos un mundo libre de corrupción, de injusticias, de pobreza y de guerras provocadas por esos poderosos oligarcas. Somos cada vez más los mal llamados “antisistema” que no queremos una convivencia social sostenida por la mentira, la corrupción y la injusticia. En los cuatro puntos cardinales, somos cada vez más los que apelamos a los elementales derechos humanos. Esa conciencia colectiva está creciendo gracias a multitud de organizaciones, movimientos sociales, reacciones populares e indignación generalizada. Es un movimiento imparable. Todo ese clamor camina hacia la consolidación de una masa crítica para pasar desde una clase en sí a una clase para sí. Ha llegado el momento de la revolución democrática. Ha llegado el momento de la resistencia activa con manifestaciones multitudinarias para contagiar esta nueva conciencia a los que todavía no han despertado. ¡Ojalá el próximo 23-F sea un gran paso en esa evolución consciente!

Otro mundo es posible, también conocido como “altermundismo”: es un amplio conjunto de movimientos sociales formado por activistas provenientes de distintas corrientes políticas, que a finales del siglo XX convergieron en la crítica social al denominado pensamiento único neoliberal y a la globalización capitalista. Acusan a este proceso de beneficiar a las grandes multinacionales y países más ricos, acentuando la precarización del trabajo y consolidando un modelo de desarrollo económico injusto e insostenible, y socavando la capacidad democrática de los Estados, entre otros aspectos negativos. Generalmente, los activistas y simpatizantes mantienen una ideología izquierdista, contraria al liberalismo económico (economía de mercado y comercio libre). El nombre ‘altermundismo’ viene precisamente del lema “Otro mundo es posible”, nacido en el Foro Social Mundial, que cada año reúne a movimientos sociales de la izquierda política internacional. ¡Es el momento del consciente despertar!

Cuando las personas son psicológicamente inconscientes de que pertenecen a una clase, aun cuando no saben qué significa eso de clase social, o creen estar en una clase distinta a aquella a que pertenecen en realidad, aun así, estas personas se comportan, inconscientemente, de acuerdo a normas, a patrones, a modelos de conducta determinados por su posición de clase y “saben” inconscientemente que pueden hacer (o no pueden hacer) esto o aquello, que deben vestirse así y no de otro modo, etcétera: viven en una “hiperrealidad” que esclaviza. ‘Hiperrealidad’ es un medio para describir la forma en que la conciencia define lo que es verdaderamente “real” en un mundo donde los medios de comunicación pueden modelar y filtrar de manera radical la forma en que percibimos un evento o experiencia. Con el desarrollo de internet y las nuevas tecnologías se pueden crear, casi literalmente, nuevos mundos de los que, en cierto sentido, se puede decir que no necesitan de la materia prima del mundo real para existir e interactuar. Según Baudrillard, uno de los expertos más famosos en hiperrealidad, los bienes de consumo adquieren “un valor de signo”, es decir, que indican algo sobre su poseedor en el contexto de un sistema social. Este consumismo, por su dependencia del valor de signo, es un factor que contribuye en la creación de la citada hiperrealidad: la conciencia es engañada, desprendiéndose de cualquier compromiso emocional verdadero al optar por una simulación artificial. La satisfacción y la felicidad se hallan, entonces, a través de la simulación e imitación de lo real más que a través de la realidad misma. En ese proceso psicológico hay una ausencia de pensamiento crítico. Y también de verdadera libertad.

Ha llegado el momento de reconquistar la libertad y el verdadero poder ciudadano, de derrocar a los plutócratas e instaurar una verdadera democracia participativa. Es hora de un Syriza español como alternativa al decadente e inmoral bipartidismo. Estamos inmersos en una guerra ideológica entre los ultraconservadores neoliberales y el resto de la población mundial. Una lucha entre ricos y pobres. Una batalla entre los poderoso ‘lobbies’ financieros y los pueblos, un enfrentamiento entre una minoría de individuos y la mayoría. No puede tener la razón una élite oligarca frente al resto de la humanidad. El paradigma neoliberal ha causado la presente crisis humanitaria y ecológica, y no puede seguir con su huida hacia adelante en una continua metamorfosis del capitalismo de dominación. Se ha traspasado la línea roja. La conciencia colectiva de la humanidad, presumo, está caminando inexorablemente desde la clase en sí hacia su masa crítica como clase para sí. Es un cambio de paradigma en la creencia de que otro mundo es posibles (altermundismo) frente al depredador neoliberalismo.

El neoliberalismo y el altermundismo son dos paradigmas sociológicos de nuestro mundo contemporáneo. Pero también hay un paradigma psicológico que se está gestando en las personas, analizable desde la psicología transpersonal: la evolución desde la conciencia personal a la conciencia transpersonal. La evolución de la conciencia ha sido un tema que me ha apasionado y preocupado durante muchos años. En este artículo he tratado de dar una pincelada sobre dicha evolución desde una perspectiva sociológica, económica y política mediante los conceptos de “clase en sí” y “clase para sí” de Marx. Pero también he profundizado en los aspectos psicológicos, como puede apreciarse en algunos artículos; véase especialmente Calendario maya: ¿muerte y renacimiento de la humanidad? En dicho artículo explico cómo se ejerce el dominio físico y psicológico desde la clase para sí sobre la clase en sí. Lo importante es comprender el cambio de conciencia que estamos experimentando: de la clase en sí (un “nosotros” inconsciente y fragmentado en una multitud de individualidades) a la clase para sí (consciencia del “nosotros”, como fuerza mayoritaria frente a la oligarquía plutocrática). Vuelvo a repetir: ¡la filosofía de Marx está más viva que nunca!

Es imperativo tomar conciencia de la enseñanza de Marx acerca de la clase en sí y clase para sí. Pensemos. Pensar es gratis. Pensar erróneamente sale caro. Equivocarse puede ser mortal. Y la muerte física y psicológica está siendo impuesta por los plutócratas mediante la doctrina del miedo. ¡Despierta! ¡Somos mayoría!

Amador Martos en: lacolumnata.es